Hace algunos meses escribí acerca de la idea de cambiar de país, por múltiples razones, pensando en los brotes, en darles un ambiente menos contaminado, menos estresante y en buscar nuevas oportunidades de desarrollo para nosotros. Cuando salí de México con mis peques quizá no estaba tan conciente del cambio que representaría cruzar el Atlántico, ya lo había hecho para tomar vacaciones, pero esta vez era diferente, recibí algunas llamadas antes de tomar el avión e hice algunas importantes para mí.
Llegué a Madrid y muchas cosas han ocurrido, algunas cambiaron radicalmente mi forma de ver mi vida, sumergida en actividades académicas. A lo largo de estos meses he visto como algunos problemas que tenemos en México suceden aquí pero con otro tinte. Cada semana hay alguna noticia acerca de la localización de pateras con "sin papeles". Se trata de inmigrantes africanos, la mayoría de ellos del África subsahariana, en algunos casos llegan solo varones, en otros mujeres con sus pequeños, ver esas imágenes duele, y duele en México, Europa o África. Pero me he topado con el fenómeno que aunque no es generalizado si llama mi atención, que a muchos españoles les duele que regresen a los "sin papeles" a sus países, quisieran poder ayudarles, pero este trato no parece ser el mismo para los ecuatorianos, salvadoreños, colombianos y para los mismos marroquies, en la zona del mediterráneo, la inmigración se vive de otra manera, y no es sorprendente ver los problemas que esto genera.
En México se le trata mal al mexicano y al inmigrante centroamericano desde el Sur hasta el Norte, las políticas no han sido suficientemente buenas para tratar este fenómeno sin que haya historias trágicas. Yo viaje en avión a España, tengo educación y el trato que me han dado ha sido en general bueno, los "sin papeles" llegan en sus pequeñas barcas, pero al igual que yo, buscamos algo más que vivir cómodamente en el lugar en que nacimos, no buscamos paraisos que no existen, no soy como ellos pero comulgo con su búsqueda.
Me han preguntado si me gustaría quedarme a vivir aquí, en León. No tengo una respuesta inmediata, hay cosas que me gustan, caminar con mis brotes en los parques o a las orillas de algún río, la comida, la cantidad inmensa de zonas históricamente importantes, el trato personal de quienes nos atienden, ir al mercado de la Plaza Mayor a comprar fruta, me agrada que con frecuencia algunos ancianos se paran a saludar a los brotes y son muy amorosos con ellos, pero así como hay gente muy educada, está esa masa que no pide permiso para pasar, no dan las gracias de nada, comen con la boca abierta, gritan, se fuman el mundo, etc, etc, pero eso mismo hay en México, las proporciones son las que cambian.
No me siento aislada, observo, trato de entender e integrarme. En México no necesité pertenecer a algún grupo para ser Mabel, creo que no necesito poses ni cosas materiales que digan lo que pretendo ser y no soy, sigo igual, greñuda, y debo admitir que extraño a mi familia, a mis amigos de desmadre y complicidad, las librerías, aunque por acá ya encontré un par interesante, extraño el sushi, el Sacks y Zermat, caminar por C. U., dar clases, a mis alumnos que se convirtieron en cuates y que han llegado a ser importantes y están en mi ventrículo izquierdo alimentando mis recuerdos. Pero no extraño la inseguridad, el tráfico, a tantos políticos de mierda que han acabado con el país y se han llevado entre las patas a los más pobres. Desde mi trinchera haré lo que pueda, tengo raíces en México y seguramente algunas crecerán aquí.
Soy inmigrante, como los que cruzaron el estrecho de Bering, como aquellos europeos que se fueron a América, como tantos millones de personas moviéndose por el mundo, que pena que no somos mariposas, aves migratorias o ballenas, para ellos no hay fronteras, ni visas, solo los impulsa el instinto de seguir y permanecer...quien fuera uno de ellos.
lunes, junio 18, 2007
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